Rescatando la administración de bienes incautados del pasado corrupto.
Por: Phoebe Mariana Lara Reina
Como si del neuralizador de “Hombres de negro” se tratase, los escándalos de corrupción que llevaron a la liquidación de la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) se han disuelto en los ríos del olvido, arrastrados por las corrientes de la indiferencia y la amnesia colectiva. Y es que, en medio de las incesantes críticas a la gestión del gobierno nacional actual, la Contraloría General de la Nación y los medios tradicionales de comunicación omitieron hacer énfasis en que los recientes hallazgos fiscales a la sucesora de la DNE, la Sociedad de Activos Especiales S.A.S. (SAE), se originaron incluso antes de su creación. La atribución de infracciones heredadas al gobierno del cambio es un absoluto desacierto que precisa un breve recorrido por la historia.
Desde altos funcionarios de la extinta entidad, hasta congresistas y empresarios, muchos desangraron por años el arca de bienes incautados a los narcotraficantes, que se suponía debía utilizarse para reparar a las víctimas y compensar los enormes daños causados a la sociedad colombiana. Aunque la lista de delitos que terminaron por hacer insostenible la DNE es larga, la forzada creación de una nueva entidad que asumiera el reto de la administración de este tipo de activos terminó sirviendo para que los nombres de los implicados desaparecieran de la opinión pública.
Uno de los mayores involucrados fue Carlos Albornoz, quien se desempeñó como director de la DNE entre 2006 y 2009, tiempo suficiente para favorecer millonariamente a terceros mediante ventas y arrendamientos a precios irrisorios y falsos reportes de inventarios. El reconocido político nariñense, que participó en la campaña presidencial de Juan Manuel Santos en 2010, fue finalmente condenado a 19 años y 11 meses de prisión hace apenas dos años, encontrado culpable de peculado por apropiación, fraude procesal, interés indebido en la celebración de contratos y obtención de documento público falso.
Así mismo, su sucesor Omar Figueroa, subdirector de bienes en el mandato de Albornoz, también fue condenado por favorecer a terceros, entre los cuales se encontraban narcotraficantes reconocidos, con la adjudicación irregular de bienes. Otros polémicos personajes como el excoronel Edgar Plazas Vega (recordado por señalamientos de tortura y desaparición de inocentes en la retoma del Palacio de Justicia) y Carlos Vives Menotti (hermano del acusado por tráfico de drogas Patricio Vives Menotti) fungieron como directores de la entidad, acreditando acusaciones por asignación irregular.
Aún hoy quedan cuentas pendientes sobre lo que fue uno de los mayores desfalcos al erario en la historia del país, que no expiraron junto con la entidad. Recientemente la Contraloría realizó una auditoría exhaustiva a la SAE, donde se revelaron 20 hallazgos fiscales que suman un presunto detrimento patrimonial que supera los 28 mil millones de pesos. Entre las irregularidades detectadas se encontraron bienes desaparecidos, ventas por debajo del valor comercial y propiedades en estado de abandono. La Contraloría afirma que se perdieron 69 relojes avaluados en mil millones de pesos y 31 taxis avaluados en mil ochocientos millones, mientras que se vendieron 15 caballos de paso fino por debajo del valor comercial, calculando una pérdida de más de 99 millones.
A esta altura el lector puede estar preguntándose cuál es el desenlace de este dramático entramado de malversación de bienes que, dada su procedencia, parece no tener fin. Hasta el momento, los avances positivos en materia de administración son significativos.
La segunda parte de este artículo, que se presentará en la siguiente edición, es un tanto más esperanzadora. Las respuestas del gobierno del cambio, con hechos concretos, demuestran que pese a la acumulación de décadas de ineficiente y malintencionada gestión es posible potenciar a la Sociedad de Activos Especiales como un actor clave en la reforma agraria, la lucha contra el narcotráfico y la construcción de paz total. Espere nuestra segunda entrega…