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Por: Valentina Marroquín

Hace unos días me reuní con un amigo para leer unos textos de su autoría y leímos uno que en particular llamó mi atención. El texto se llamaba “la falda” y tocaba el tema del acoso callejero que recibían las mujeres cuando se ponían una falda o un vestido. Mi amigo lo escribió en forma de cuento y exagero algunas situaciones pero igual, no se perdía el relato de lo que vivimos las mujeres a diario al usar tal prenda.

El texto de inmediato me llegó a la médula porque soy una mujer a la que le fascina usar faldas en una ciudad como lo es Bogotá y me veía reflejada en la frágil niña del cuento.

En el cuento a la niña se le hacía tarde por arreglarse para “darle la talla a la falda”. Perdía su transporte diario y tenía que esperar hasta que el siguiente articulado, que demoraba entre 10 y 15 minutos en llegar de nuevo a la estación, en esta espera se le acerca un hombre, la morbosea, la sigue fuera de la estación en un intento desesperado de la niña por escapar del hombre y luego intenta violarla en un callejón. Un texto muy cercano a la realidad de muchas mujeres en su día a día. Habrá personas que piensen que es una visión “exagerada” y un tanto “feminista” pero créanme, no lo es.

Al terminar de leer el texto me llegaron todo tipo de recuerdos de situaciones similares que yo había vivido (incluso con la falda de uniforme cuando estaba en el colegio)

Hombres tratando de tocar mis piernas desnudas en el transporte público, utilizando espejos para ver bajo mi falda, “piropos” a los que la palabra “soez” les queda corta, carros deteniéndose frente a mí y preguntando que hacia donde iba y ofreciendo llevarme, entre otras cosas.

¿Debemos temer las mujeres ponernos tal prenda y salir a la calle porque lo primero que nos viene a la cabeza son hombres morboseandonos, siguiéndonos y hasta pretendiendo tocarnos?

Recordé un texto que leí hace un buen tiempo en el que una chica relataba que cuando se ponía un vestido o falda y salía a la calle utilizaba sus auriculares con el máximo de volumen para no escuchar los múltiples “piropos” pero que un hombre la tenía más que investigada y un día de tantos la siguió a su casa e intentó violarla.

¡En qué clase mundo vivimos! En pleno siglo XXl y los hombres siguen viéndonos como un simple objeto para satisfacer sus necesidades. Tales recuerdos no causan en mi más que indignación.

He entrado en varios debates con mis compañeros porque aparte de todo, la culpa es nuestra por “tentar a los hombres” por “no cuidarnos” por “ser tan seductoras”.¿Debemos ser nosotras educadas para huirle a una violación o ellos educados para no violar? ¿Cuándo van a entender que, así salga desnuda a la calle, NADIE tiene derecho de tocar mi cuerpo si no es bajo mi consentimiento?

Ah, pero vaya una y trate de defenderse (si es que una no se queda paralizada del susto y la impotencia) ¡Dios mío! Es como pegarle a la mamá, ¡pobrecitos ellos! golpeados por una mujer y tras del hecho hacen cara de yo no fui o le pelean a una.

Pero una última pregunta ronda por mi cabeza ¿Todo esto sucede a causa de la falda o es por el simple hecho de tener una vagina como órgano reproductor?

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