De tiempo somos.
Somos sus pies y sus bocas.
Los pies del tiempo caminan en nuestros pies.
A la corta o la la larga, ya se sabe, los vientos del tiempo borrarán las huellas.
¿Travesia de la nada, pasos de nadie? Las bocas del tiempo cuentan el viaje.
Eduardo Galeano.
Por: Luis Eduardo Tiboche
El aguacero duraba ya varios días. Apenas unos pocos minutos al día, el sol se asomaba tímidamente por entre las nubes que se mantenían suspendidas sobre nuestros ranchos, calentaba las tejas de cinc y volvía a desaparecer dejando una cortina tenue de vaho que se levantaba y se fundía de nuevo con la masa grisácea del aguacero. Hacia abajo, apenas se presentían los imponentes árboles que marcaban el límite del río. Sentado frente al rancho recordaba los días en que llegue a esta ciudad desde mi lejano pueblo.
Nací en Pueblo Nuevo, en el departamento del Tolima, un pueblito perdido por allá en medio de las montañas hace un pocotón de años, que ya casi ni me acuerdo. Mis primeros años los pase en el campo y fueron los mejores que he vivido. Los recuerdos son maravillosos. El estudio ………, un poco, solo hice hasta cuarto de primaria en la escuelita de la vereda, quedaba como a una hora de camino y antes de inicar la caminada la mamá metia en una talega un pedazo de panela y una mogolla, en la Escuela nos daban una pizarra que era un tablerito en el cual uno escribía y borraba todo el tiempo. Trazaba líneas en ella y soñaba con pintar y pintar.
Fuimos ocho hermanos, cuatro mujeres y cuatro hombres. Soy el segundo de la familia. Viví con mis padres hasta los catorce años, a esa edad me salí de la casa y me puse a caminar por el mundo, bueno tampoco es que haya ido muy lejos, pero llegue a la ciudad. La verdad es que no me llevaba muy bien con los viejos ya que ellos poco le ponían bolas a uno por estar trabajando.
Primero salí hacia el Valle y por el camino fui conociendo algunos pueblos, entre los que me acuerdo Sevilla, Cartago, Buga, pero en ninguno me amañe, hice todo tipo de trabajos tanto en el campo como en los pueblos. Uno que me gusto y que llegue a aprender muy bien fue la panadería, casi siempre como ayudante, recuerdo el aroma que me envolvía cuando el pan empezaba a salir de los hornos de barro.
Cumpliditos los 18 años me cogieron para el ejército y allí dure dos años larguitos. De esa época no quiero acordarme mucho, ya que fueron tiempos difíciles. Cuando me diera de baja, me avisaron que mi papá se estaba muriendo y regrese al pueblo apenas para su entierro. Me toco hacerme cargo de la familia, eso fue allá por el año 68.
A mi esposa la conocí en un paseo de familia que organizamos en el pueblo. Era muy amiga de una de mis hermanas menores desde la escuela. Me gusto y empece a molestarla y al poco tiempo le dije que si quería ser mi novia. Al principio un poco de resistencia pero al fin nos fuimos a vivir y después de unos meses nos casamos; tuvimos seis hijos, los cuales hoy todos tienen sus familias, menos una mujer que se murió de joven por que la ataco el paludismo y no la pudimos atender como era debido. Eso fue antes de llegar a la ciudad.
En el año 78 llegamos a Bogotá huyéndole a la situación económica que vivíamos en el pueblo, la cual cada día era peor, además que otra vez empezaban a aparecer muertos por las veredas y entre los montes. Llegamos por allá al sur, a un barrio con nombre de presidente, el barrio Olaya Herrara donde un familiar de mi esposa nos arrendó una piecita. A los pocos meses de estar viviendo allí, un amigo me dijo que por alla para abajo, en un barrio que se llamaba patio Bonito estaban vendiendo lotes, que eran baratos y daban facilidades de pago y me convido a que fuéramos a ver.
Con la mujer lo hablamos muchas noches mientras el calorcito llegaba a nuestros cuerpos y el cansancio le daba paso al sueño. Por fin tomamos la decisión y un domingo salimos temprano, como si fuéramos de paseo. Llegamos por una gran avenida toda cubierta de árboles, después supe que se llamaba Las Américas, pasamos un gran monumento con muchas mujeres desnudas, y llegando a unas grandes bodegas en las que nos informaron que funcionaba Abastos nos bajamos del bus muchilero y empezamos a echar pata para abajo hasta donde el amigo nos había dicho.
Sabe que me gusto desde el principio; fuera de las casa que ya se empezaban a levantar a lo largo de esta vega, los árboles al fondo en una larga línea que se retorcía y parecía dar cabriolas me hacia recordar algunos paisajes de mi tierra y mi niñez. Recorrimos una parte de la zona en la cual había muchos pantanos y una que otra pequeña laguna en la cual los insectos competían con las mirlas, los copetones, los petirrojos y muchos más pájaros; vimos pequeños cultivos en zonas que se veía habían sido robadas al pantano. Ese día no alcanzamos a llegar a los árboles pero si nos enteramos que ellos estaban en todo el borde del río Bogotá. Nos prometimos hacer un paseo de olla la próxima vez y después de dejar palabreado un lote con el encargado emprendimos el retorno a nuestra barrio, a nuestra pieza. Del mercado de Abastos sólo quedaban unas pocas marchantes y uno que otro parroquiano con sus guarapos entre pecho y espalda, y muchos desperdicios en el suelo lleno de barro.
Cumpliendo lo prometido nos trasteamos para Patio Bonito en los primeros meses del año 1979, y sacándole ratos al trabajo, pero principalmente los fines de semana fuimos levantando estas paredes, cubriéndolas con tejas y nos fuimos acomodando de apoco. Los vecinos que llegaban o los que ya estaban nos colaboraban con herramientas y en muchas oportunidades hicimos el trabajo compartido con piquete y cervecita a bordo.
Este año las lluvias habían arrancado desde mediados del mes de Septiembre y el cielo parecía roto. Los primeros días del mes de Noviembre algunas personas que decían que venían de la alcaldía nos reunieron y nos dijeron que debíamos estar muy pendientes de las noticias en la radio, así como a las sirenas y llamados de emergencia que en cualquier momento se podían producir si la inundación avanzaba sobre el barrio. Hacia la parte de abajo, yendo para el río todo estaba cubierto de agua desde hacia algunos días y las casa más alejadas ya había sido desocupadas y el agua se había apoderado de ellas. Nuestra casa estaba a medio camino hacia la parte de arriba y aunque las calles estaban siempre llenas de charcos y barro, aún rogábamos y teníamos confianza en que el agua no nos alcanzara.
Ese 22 de Noviembre no se nos va a olvidar mientras tengamos vida. Era la media noche cuando un bullicio y el sonar de sirenas y pitos nos alejo el sueño definitivamente. Con los chinos, ya casi todos grandes, recogimos los corotos y la ropa que teníamos lista desde hacia algunos días y salimos aprisa, mientras el agua avanzaba rápidamente ocupando la cocina y los cuartos. En nuestra huida nos encontramos con varios vecinos los cuales al igual que nosotros estaban cargando con sus improvisados trasteos. En las casas en donde tenían azotea, se habían ido acumulando muebles y todo tipo de trstos. Mujeres, hombres y niños con cobijas protegiéndose de la lluvia parecían fantasmas aguardando que llegaran las primeras luces de día.
Por el camino de huida vimos varios vehículos que cargados de trasteos pugnaban por desatorarse del barrial y el caudal de las aguas que amenazaba con arrasarlos. Las calles inundadas estaban llenos de personas con sus bártulos a cuestas y cada uno con una tragedia y una historia por contar encima. La confusión y el griterío eran generales. Un vecino que hacia parte de la Junta Comunal informaba a voz en cuello que el jarrillon que contenía el río por el lado de Fontibòn se había reventado y que la creciente que venia traía a su paso muchos troncos, y materiales de las viviendas que ya había arrastrado y que era peligroso mantenerse por mas tiempo en la zona.
Escuchamos el ruido de un motor muy potente y un oleaje lamió las pantorrillas de quienes avanzábamos con dificultad entre el barrial y el agua. Supimos después que hasta lanchas utilizaron los rescatistas para sacar a las últimas familias que pese al riesgo se habían negado a abandonar sus viviendas.
Hacia la zona de arriba, por los lados de Abastos ya había una cantidad grande de familias y hasta allí nos encaminamos con un gran desconcierto ya que el agua hasta había nublado nuestro entendimiento.
La Cruz roja había instalado un puesto de recepción de damnificados y a las familias que iban llegaban de una vez las embarcaban en volquetas o camiones y las sacaban de la zona; Decian que las estaban trasladando a algunos colegios del sector, a parques y a salones comunales de la parte de arriba. Nos pusimos detrás de la fila y aguardamos para ver a donde nos lanzaba el destino.
Para mis adentros pensaba que todo el esfuerzo hecho estos últimos años se lo estaba llevando el agua de un río que ni siquiera conocía y al que había quedado de ir a visitar en un paseo de olla que nunca hicimos. Tal vez el río nos estaba cobrando el que lo hubiéramos ignorando y no lo tuviéramos en cuenta para hacer nuestros planes.
Nos cogió la mañana esperando salir para algún lado en donde pudiéramos descargar nuestros jotos, poner a secar las ropas, las cobijas, los zapatos y además calentar las tripas con un tinto. Los hijos y la mujer se mantenían callados y no sabía si era por resignación o por que el susto aún no los abandonaba.
Por fin nos toco el turno y nos apilaron en el platón de una volqueta, la cual salió con rumbo incierto. Solo me emputaba el pensamiento, que siempre a nosotros los pobres nos toca lo peor de la tragedia y hasta la madre naturaleza nos recuerda a cada paso nuestra condición de parías por este mundo.
La verdad es que esta vez el paseo fue por pocas cuadras. Fuimos a dar con todo y las pocas cosas que habíamos logrado salvar de la inundación a un salón comunal por ahí cerca de bomberos. No más entrando el portón principal nos encontramos con que en el salón ya habían instaladas carpas, plásticos, sillas y mesasque servían para mantener cierta privacidad que las familias que las iban ocupando. Las mujeres y hombres mostraban en sus rostros aún las huellas de las últimas horas de angustia que habíamos vivido. En este refugio, ese fue el nombre con que lo nombro el encargado del mismo y quien nos indico en dónde debíamos ubicarnos, nos apiñábamos ahora, mal contadas cuarenta personas entre niños, algunos jóvenes, muchas mujeres y uno que otro abuelo. La algarabía era mucha y varias mujeres y un par de hombres estaban recibiendo alimentos que habían donado de una plaza cercana y buscaban organizar un espacio en donde montar el fogón y poner la olla pa preparar el almuerzo.
El aturdimiento colectivo en el que habíamos estado las últimas horas, lentamente se fue disipando, todo gracias a que ahora debíamos enfrentar nuestra nueva realidad, resumida en que no teníamos nada diferente a nosotros mismos unidos como un solo cuerpo. Había que empezar de nuevo y, bueno pues tocaba y la idea era, p´lante, que atrás asustan.
Nos entregaron un colchón y empezamos a acomodar nuestras cosas en este reducido espacio, y presurosos acudimos a recibir un pocillo de aguade panela que nos ofrecieron nuestros vecinos de tragedia.
Vagando por el refugio empecé a darme cuenta de la dimensión de la inundación que estábamos sufriendo. Algunas páginas de periódicos circulaban de mano en mano y en una de ella puede leer: “La critica situación que enfrentan 25 barrios de la ciudad y los municipios de Chia, Madrid, y el valle de Sopó se agudizaría en el curso de los próximos días. Este informe obedece al Himat que señala que las lluvias serán más intensas en la primera quincena del mes de diciembre. Al mismo tiempo se evacuaban familias de los barrios Tunjuelito, Julio Flórez, Patio Bonito, Laureles, Class y Villa Sonia. La Defensa Civil y la Cruz roja trasladan a cientos de familias a salones comunales y parque de diferentes sitios de la ciudad …” Esto decía el Tiempo el día sábado 24 de Noviembre de 1979.
Otra noticia un periódico llamado El Espacio titulaba “Patio Bonito la muerte de un barrio. Millares de familias afrontan dramática situación y buscan refugio de las intensas lluvias, llevando tras de si sus escasas pertenencia”. Aún conservo en mi poder recortes de periódicos de aquella época y de vez en cuando les doy un repaso para que no se pierdan y olviden en los recovecos de la memoria.
Los día en el refugio me dejaron recuerdos gratos de la solidaridad que somos capaces de dar en momentos en que los males nos llegan colectivamente; claro que también uno descubre que lo peor de nosotros sale a flote y el egoísmo y los malos deseos están ahí siempre presentes. Todo esto producido, claro esta por vivir apeñuscados, sin nada de privacidad y en un alboroto permanente. Muchas gentes pasaban a diario por el refugio, algunas de puro chisme, otras a traer apoyos y eso nos obligo a organizarnos para que esto no fuera un caos mayor. Sin embargo muchos se hecharon a la locha y solo esperaban que les llegara los platos de comida diaria y cuando aparecia un camión con diversos artículos buscaban quedarse con más de lo que necesitavan para hacer negocio después con estas ayudas. A veces pienso que la solidaridad y el apoyo ha sido mal utilizado y casi siempre termina siendo una manera más en que los ricos nos mantienen sometidos, pero pior ya que nos quitan la dignidad y nos convierten en limosneros, además que nos meten en la cabeza, y terminamos creyendonos, que somos pobres y como pobres debemos tener resignación y aguantar ya que ese es nuestro destino. ¡…………Pura mierda!!.
Por estos días crearon una fundación que le dieron el nombre de Compartir y otra que tuvo gran nombre y muchos negocios, la Fundación Solidaridad por Colombia de doña Nidia Turbay. Tiempo después nos fuimos enterando de apoco que muchas de las donaciones y ayudas tanto nacionales como las que llegarón de otros países llegaban a estas fundaciones las cuales decían que principalemente los recursos se ivan a destinar para comprar terrenos y así poder ubicar a los damnificados. Lo que nos fuimos dando cuenta con el paso de los meses es que doña Nidia y todos esos doctores encorbatados cogieron una millonada de todas esas ayudas, para hacerse más ricos de lo que son. También nos dimos cuenta de como es que van amasando sus riquezas a costa de la miseria, la tragedia y el dolor de los pobres La prueba estaba en que como organización que se fue creando en estos cambuches fuimos a reclamar las platas de estas ayudas nos dijeron que no nos las podías dar ya que como damnificados no teníamos personería jurídica, y así nos fueron embolatando, de reunión en reunión, de oficina en oficina hasta que se la robaron. Muy poco invirtieron en nosotros.
A un señor llamado Pedro Gómez Barrero, quien era el presidente de la fundación Compartir, además de ser un gran urbanizador en la ciudad, el alcalde Duran Dussan lo nombro coordinador un comité de emergencia que creo la alcaldia para enfrentar el problema y le dieron a manejar los recursos de las ayudas, las cualezs estaban destinadas según nos habían dicho a dar un lote con los servicios básicos a cada familia que aparecia en un censo de damnificados de la inundación. Mire pues, fue como darle el queso a los ratones para que lo cuidaran. El carameleo que nos diron fue como para contar otra historia; en muchas reuniones que tuvimos en el centro de la ciudad nos dijeron que las platas que la fundación administraba eran para los lotes que se iban a comprar en ciudad Bolívar y que a quienes nos fuéramos para allá nos regalaban el lote. Mentira quienes se fueron tuvieron que pagar todo. Aprendimos aquí que la historia se volvia a a repetir una vez más: los ricos son cada vez más ricos, ya que se aprovechan de las tragedias de los pobres, además no regalan nada y si al caso sueltan algo, lo único que están haciendo es devolviendo algo mínimo frente a lo que siempre se han robado. Oiga,….. lo pior es que las gentes terminaron construyendo un barrio y de conchas le pusieron el nombre de la fundación del mentado señor, casi le ponen el nombre de semejante “benefactor”.
Los damnificados como nos fueron llamando, nos fuimos organizando hasta crear una organización a la que llamamos La Asociación de Damnificados de Patio Bonito, la cual llego a reunir como 1500 familias y a través de ella se dieron las negociaciones con las autoridades.
Después de tanta mamadera de gallo de las autoridades la asociación decidio tomarse un lote de la Caja de Vivienda Popular y se organizó para ese 20 de Julio la toma. La cosa es que cuando se llego al lote la polícia nos estava esperando y después de una garrotera en la que varios compañeros resultaron heridos y otros presos, las autoridades quemaron todos los materiales que llevamos para instalar nuestros ranchos y nos toco desistir y organizar marchas pa´l centro de la ciudad a la plaza de Bolívar.
El error de la toma estuvo en que se informo con una semana de anticipación la fecha, sitio y hora y claro, el chisme corrio como por entre un tubo y la represión nos jodio.
Sin embargo esta acción obligo a que las autoridades nos atendieran y pese a que hasta última hora buscaron sabotear la reunión, le toco al urbanizador y a las autoridades de turno ir al parque de Kennedy y hacer compromisos con la asociación de damnificados. Claro que esos compromisos se quedarón en el papel y de ello pueden dar fé los habitantes del barrio Compartir de Ciudad Bolívar.
Meses habían trascurrido desde que el agua nos saco de abajo, de cerca del río y después de tanta reunidera, marchar y protestar, estábamos cansados y decidimos con la mujer, pegar pa un lote unas cuantas cuadras más arriba y más al sur, de donde la naturaleza nos había sacado en ese que parecia tan lejano noviembre. Fuimos un día a conocer en donde supuestamente ivan a entregar los lotes a los damnificados y de regreso con la mujer nos parecio muy verraco pegar pa unas lomas que hasta las cabras lo pensaban pa caminar por ellas, sitio al que estaban enviando a los damnificados.
De nuevo renacía el sueño de tener un pedacito de tierra propio en esta ciudad que ya empezabamos a querer pese a todas las penalidades que habíamos vivido. Bajamos a ver los lotes y nos encontramos con un paisaje que nos dejo una sensación de vacio en el estomago. Volquetadas de escombros estaban siendo arrojadas sobre una zona que era aún pantanosa. Unos cuantos cientos de metros hacia el norte se veia la pared de abastos y aún allí se mantenia un buen ojo de agua en el cual nadaban algunos patos y diversas aves se posaban en pequeños montículos que sobreasalian del agua.
Varios hombres y mujeres se esforzaban por aplanar las montañas de escombros y en algunas partes ya se veian chambas, en las cuales se empezaban a depósitar piedras las cuales después se convertirian en las base de las casa que ya se insinuaban en aquel paisaje.
Los comentarios que fuimos escuchando con más frecuencia era que estos lotes, de los cuales recibimos un documento de promesa de compraventa, eran de propiedad de unos señores que tenian muy buenas influencias en la política de la ciudad y que por lo tanto no tendríamos problemas. Que el desarrollo de la zona era inminente y que de la futura avenida ciudad de Cali para arriba se iba a urbanizar con ayuda del Distrito muy pronto y con todo incluido.
No sin algo de desconfianza decidimos sentar cabeza en esta zona y empezamos a hacer los papeles para ser propietarios. Otra vez ibamos a construir en territorios que eran del agua, pero en fin no había más remedio, era la posibilidad que la familia tuviera en donde meter la cabeza dignamente. Rogariamos para que el agua esta vez nos tratara con más benevolencia..
Hoy años después, toda una vida ha transcurrido. Aún la mayoría de calles de nuestros barrios están sin pavimentar; sin embargo ya somos barrios y hasta tenemos nombres bonitos que esconden sueños de paraísos siempre soñados, o sentimientos que pese a todo siguen ahí presentes. Villa La Loma, Villa La Torre, Villa Nelly, El Olivo, La Esperanza, La Concordia, El Amparo; todos estos barrios los construimos con nuestras propias manos y si bien es cierto que lo hicimos sobre lo que quedaba del pantano y que empezamos a llamar Humedal La Vaca, Aquí tenemos construidos entre estas paredes nuestros sueños y esperanzas de un mejor mañana para nuestros hijos.
El agua caia monótona y creba una melodía sorda sobre las tejas de lata del rancho…….
Territorio Techotiva 2008.