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Hoy haré una confesión

Por: Laura Blanco

Hoy es 28 de diciembre y se cumplen ocho años después de aquel suceso que partió mi vida en dos. Me encontraba en casa de mi abuelo celebrando las fiestas de navidad. Mi madre quería salir a bailar con sus hermanos, uno de ellos se enfermó y prefirió quedarse a descansar, así que mi madre me dejo en compañía de él.

Cuando me encontraba a solas con él empezó a llover, siempre tuve miedo de las noches lluviosas, los truenos me levantaban en la mitad de la noche y debía salir corriendo a la cama de mi madre. Así que me acosté junto a él para sentirme protegida… ¡Ese fue el peor error que pude haber cometido en mi vida!  Me quedé dormida en sus brazos y al despertar estaba encima de mí, dejo salir su voz y me dijo: te deseo así mí niña, vamos a jugar. No entendía lo que estaba pasando, aunque estaba segura de que ese juego no me iba a gustar. En el momento en que su mano toco mi ropa interior creí que estaba soñando,  creí que era una terrible pesadilla. Entre más pasaba el tiempo era más real, entonces supe que se acercaba una tormenta.

Esos minutos, esos eternos minutos fueron más que una muerte efímera. Uno a uno arrancó los pétalos de mi flor; las gotas de sangre se resbalaban por mis piernas y el dolor aumentaba con cada embestida que propinaba aquel hombre.

Acostada en la cama oía cómo se me desgarraba la piel, mi aroma de niña se desvanecía y rápidamente se instalaba en mí el aroma de “Mujer”. Me convertí en un bloque de hielo,mi respiración se agitaba con el pasar de los segundos. Él me susurraba al oído que era la más hermosa princesa que jamás había conocido y yo no me podía mover, no podía creer lo que escuchaba.

Con lágrimas en mis ojos me preguntaba hasta donde podría llegar ¿Cómo podía desangrar mi alma? Me convirtió en una flor solitaria a la que nunca le volverán a crecer sus pétalos, una flor desnuda.

He matado todos mis deseos después de ese fatídico día… Nunca tuve el valor de contarle a mi familia, nunca tuve el valor de contarle a nadie sobre esto. Soy amargada, triste, grosera, soy insegura y  tengo miedo de los hombres. No sé que es tener novio, no sé que es hacer el amor, no sé nada.

A veces, en esos periodos solitarios que tengo casi a diario,  puedo escuchar su voz taladrar en mi cabeza, el miedo no tarda en aparecer y me repito como loca que no volverá a suceder, que ya pasó y que tengo que aprender a vivir con esto.

Sueño, sueño con volver a empezar y olvidar lo que sucedió, quiero despertar cada mañana sin sentirme débil, sola, triste, vulnerable y con temor. Dejar de fingir que no me importa, porque entre más me lo repito, más me convenzo que estoy muriendo a pedazos.

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