Por: Mariana Vargas
Hemos logrado cercar nuestra habla tratando siempre de que lo que decimos sea algo habitual simplemente decirlo porque nos fluye y es un diario vivir, pero en ciertas instancias nuestra cotidianidad se ve alterada por situaciones que nos hacen hablar con un fin, ya sea el fin de sobrevivir o de obtener algo que anhelamos. Cuando nos sucede esto en la cotidianidad nos crea una diferencia , una salida a la rutina que ocasiona que como todas las diferencias, nos lleve a hablar desde nuestra persona, que llamaré nuestra persona cercada aplicándola a nuestras necesidades o conveniencias donde pasamos a ser otras personas..
Cuando hablamos desde nuestra persona cercada estamos centrándonos en hablar desde lo que conocemos, como nos sentimos cómodos hablando y como tal vez comunicándonos con un círculo cerrado sea un habla clara pero a la hora de salir de esta cerca sea algo inconclusa.
Cada uno de nosotros ha creado una cerca donde estamos cómodos hablando por hablar viviendo por vivir y cada vez que debemos cruzarnos con alguien ajeno a nuestra cerca es cuando sucede esta interacción que crea la diferencia.
Mientras hablamos por necesidad , por dependencia o porque nos es indispensable crear una correlación con otra persona diferente a nosotros con una cerca totalmente diferente donde se ha cerrado a su léxico a su conocimiento a sus aciertos y sus desaciertos compartiéndolos con nosotros creando una diferencia y es finalmente esta diferencia la que nos hace crecer como personas.
A medida que crecemos como personas, anhelamos y creamos objetivos que en la mayoría de sus casos nos llevan a hablar, a interactuar compartiendo nuestros intereses y de no ser así buscando siempre estos intereses lo hacemos por conveniencia y muchas veces no somos claros con lo que hablamos a la hora de buscar y es por eso que no alcanzamos lo que queremos pedimos más de lo que merecemos, pedimos más de lo que podemos agarrar.