por: Gabriela Avellaneda
El miedo es global, de una forma nos motiva a vivir pero así mismo nos mata la felicidad, pues ¿qué ser humano no ha sentido temor? un temor absurdo a la muerte, a la vida, a los hombres, a la pobreza, a engordar, al infierno…
El miedo te puede dominar e inundar lo más profundo de tus sueños, convirtiendo la luz que habita en tu mirada en el titilar de una luciérnaga moribunda. Aunque una persona que vive en el miedo, se ahoga en lo que para la mayoría en un simple vaso de agua a medio llenar, para esta persona es el mismísimo océano Atlántico lleno de los más abominables animales que se atragantan con lo más lindo que la vida nos regala, el amor y aún más importante el amor propio.
¡Cuidado! pues este no te deja avanzar, te aparta de maravillosas personas, mata al niño que intenta sobrevivir en ti. Solo se necesita un segundo de determinación, pues solo un verdadero valiente es capaz de nadar en lo más profundo de sus temores y vivir con ellos.
Pero es cuando logramos salir a flote que conocemos la fortaleza con la que llegamos a la vida, la misma fuerza que nos impulsó a decir por primera vez «mamá» o dar el primer paso de tantos pasos que darás en tu vida. Pues ahora que conoces a fondo tus miedos y haz salido vencedor de la fuerte batalla contra ellos serás mucho más fuerte.
¿En qué momento dejamos de ver el mundo como aquel niño que algún día soñó con conquistar el mundo, la ilusión de que «cuando grandes» llegaríamos a ser presidentes, científicos o artistas? ¿Será quizás el prototipo de vida que la sociedad determina para nosotros que nos avienta al alto abismo de este sentimiento? pero la pregunta más relevante ¿Cómo dejar de sentir miedo?
A todas las personas con miedo los invito a que analicen todas las cosas maravillosas que tiene la vida, no es casualidad ni mucho menos producto del miedo el placer que genera el ver un arcoíris, el caminar descalzo en el pasto, o el simple hecho de comer, dormir o fornicar. Pues si el miedo estuviera molestándonos en cualquiera de estas acciones ni siquiera hubiésemos evolucionado, así que todos quedan cordialmente invitados a aplastar sus miedos y la personas que lo infunden, cual cucarachas de panadería del centro.
