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El CONCEPTO DE LA OTREDAD PRESENTE EN LA OBRA DE ENRIQUE BUENAVENTURA » LA AUTOPSIA»

Por: Harold Barragán Suarez

Mi país y el mundo entero me hablan. Me piden que los escuche, que los ayude o quizás, llore con ellos. Me piden desenmascarar cosas que no comprendo, mucho menos conozco. Poder acabar con este “mundo representativo”, donde todo se ha mimetizado con el ambiente, a tal punto, que sentimos que todo está bien, que no se debe cambiar,  donde el asesinato de una persona es igual al asesinato de mil  personas porque para todos significa lo mismo, es decir, nada. Los asesinatos, el hambre, la pobreza, la violación de los derechos, ya son pan de cada día. Ya no reflexionamos al respecto, se “cotidianizó” el dolor y el sufrimiento del otro. Que mientras los míos coman, vivan y tengan un trabajo, todo está bien.

El otro no nos importa. Pero, ¿Qué es eso del otro? La otredad es un término que encierra la noción y el concepto del otro. Se trata de reconocer al otro como un individuo diferente perteneciente a otra comunidad y a otra cultura. En el momento justo en que reconozco al otro, me reconozco a mí, es decir, asumo mi propia identidad. Pero, la otredad no implica que pueda discriminar al otro, todo lo contrario, estas diferencia que se hacen visibles a la hora de relacionarme con el otro, constituyen una riqueza social que fomenta el crecimiento del mundo entero.  En este orden de ideas, podría decirse que la otredad nace en el momento en que percibo eso que no soy, que en mi historia no está, ni estará. Es ahí donde puedo entender la funcionalidad de la conciencia del otro. Cuando veo y me relaciono con aquello que no quiero ser y por eso mismo no soy, es que comprendo que el otro es mi complemento.

Esto que mi país y el mundo gritan, a causa del olvido del otro, sé que llega a muchas personas que realmente escuchan y vuelven de su vida un trabajo alrededor de esos gritos. Por ejemplo, los artistas. Enrique Buenaventura (dramaturgo, actor, poeta y director colombiano), alrededor de la década de los 60s, específicamente 1968, escribe “Los papeles del Infierno”,  una obra que se divide en varias piezas, una de ellas, La Autopsia. Esta pieza nos muestra básicamente la situación de un matrimonio víctima del conflicto armado. Su hijo ha sido asesinado a manos del gobierno. El Doctor, padre del muchacho, es quien hace las autopsias. Al saber que la autopsia que va realizar es la del cuerpo de su hijo, a quien el gobierno calificaba como un rebelde y alterador del orden, entra en un conflicto muy fuerte consigo mismo y con su imagen para con el gobierno. Asimismo, tiene que afrontar la situación con su esposa, devastada por la noticia, que le pide justicia por la muerte de su hijo. Toda la pieza sucede en la casa de los esposos, donde el sonido del teléfono y los diálogos entre marido y mujer determinan el desarrollo de toda la situación.

En esta pieza de Buenaventura, se percibe como toda una sociedad ignora al otro, pasa por alto el sufrimiento del otro, donde todo se calla, nada se reclama, una sociedad donde pensar diferente cuesta la vida, donde se ve también esa noción individualista, que mientras a mí no me pase, nada pasa. Buenaventura nos muestra también, como la justicia se vuelve imposible sin la conciencia del otro. Si no escucho al otro, si no lo valoro, si no le permito participar, la justicia y la dignidad son conceptos anacrónicos. En la obra, Buenaventura trabaja una metáfora bellísima alrededor del botón del saco del doctor. El doctor, le reclama a su mujer que hace mucho tiempo le ha pedido que le cosa el botón del saco y ella no lo ha hecho. Cuando lo hace queda diferente a los otros del saco. Eso del botón diferente, es toda una mirada acerca del otro, del diferente, del que merece ser escuchado. Pues ese botón, es también su hijo, ese hijo que no quiso seguir siendo el botón igual del saco, y que por ello se cayó. El botón, es la marca para el matrimonio, esa marca de su hijo, que deciden coser para que no se note ante los demás, pues la imagen que se debe tener para con la gente de afuera de la casa es una y solo una.  Mientras un pueblo entero que está al otro lado del mundo se mata y se destruye por ideales, fanatismos, es decir, por diferentes, la otra mitad del mundo sigue como si nada pasara. Es triste ver como gana el “NO” en los acuerdos de paz. Pero lo más triste es saber que los que han sufrido el conflicto armado en carne propia, es decir, el otro, tienen que asumir la decisión de ese otro que no asume la unidad de un país. Que no escucha al otro.

Permitámonos el cambio, la diversidad. Hagamos de esas autopsias que hace más de 50 años se hacen y se siguen haciendo, no sean el desayuno de este país. Que la voz y los reclamos de la mujer, que es también el otro para este mundo machista, no se escuchen solo en la habitación con su marido mientras contesta un teléfono y le cose el botón del saco.

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