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¿Dónde están los desaparecidos de este país?

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Por: Juanita Del Mar.

“En las noches voces gastadas de dolor, invocan los sueños, la alegría, la esperanza, y entre las manos un montón de lluvia”.

El desaparecido habita en la noche.

Una noche triste, lúgubre y melancólica.

Habitan como fantasmas, se pegan a los abrazos de quienes los esperan, abrazos rotos, porque su ausencia es interminable, es incalculable, es desgarradora.

Las miradas del desaparecido, habitan en nuestros ojos, como un paisaje que quiere pintarse, que quiere iluminar nuestra mirada y reflejarse en sus familias que los esperan en una cotidianidad que no termina.

En una cotidianidad, que no tiene amaneceres ni atardeceres, porque es una cotidianidad que asfixia, que irrumpe con desespero; sin una promesa de bienvenida.

El desaparecido está ahí, en la cama, en el piso, en la almohada.

Recorre la casa, sus rincones, el armario, busca su olor entre la ropa abandonada que huele a su último sudor.

Quiere buscar sus bufandas, sus gafas, sus palabras, sus gestos, sus silencios.

El desaparecido es una huella rota, es una huella sin espera, una huella sin esperanza; es una huella de puntos suspensivos.

En mi país hay desaparecidos, cientos, miles de desaparecidos.

En mi país hay desaparecidos. Hay niños, adultos, ancianos, jóvenes.

Y en su casa, los esperan, en su casa les aguarda la mesa tendida, el almuerzo servido y una ventana de mariposas.

El teléfono suena y suena, nadie contesta, la casa esta fría, sólo hay pasos vacíos, congelados.

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En mi país hay desaparecidos, cientos, miles de desaparecidos.

Que hoy, que hoy recordamos su nombre, recordamos su cuerpo, recordamos sus luchas y sus banderas. Recordamos su sonrisa.

Queremos nombrar a los desaparecidos, para que no se vuelvan tiniebla, no se vuelvan color sombra, no se vuelvan color tierra.

Sin un abrigo, sin un abrazo.

Los desaparecidos de mi país, habitan en cada paso, en cada camino.

Los familiares de los desaparecidos viven agónicamente su ausencia, una ausencia que les carcome por dentro sus huesos, su piel, su respiración, su sangre.

Duermen, siempre están en duermevela, esperando una llamada telefónica, esperando que la puerta se abra, esperando que el aire traiga su regreso, esperando que la vida, los traiga de nuevo.

Esperando que la ventana traiga noticias lejanas, de un país donde hay cientos de desparecidos.

La familia de los desaparecidos después de tanta búsqueda y tanta espera, quieren construirle un país de viento fresco, de sueños y mariposas para que sus hijos, sus nietos, sus hermanos, sus compañeros les canten un himno libertario.

Un himno que se pueda cantar con un violín, un himno que tenga palabras nuevas, así sea de ausencia, un himno que nombre la esperanza, esta maldita esperanza que se les ha arrebatado.

Monedas que resuenan en el vacío desgarrador. Vacío que nunca reparara tu presencia. Reparación que aviva el dolor.

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