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Imagen tomada de:bochis.wordpress.com

Por: Juan Diego Vargas Vásquez

Pensando en los signos de puntuación y en un extraño fetiche lingüístico que le tengo a algunos por su uso que me resulta extrañamente divertido y a otros por la belleza física que me inspiran como un adorno exquisito y necesario de un texto, me persuaden a sentir que tienen una complejidad tan parecida a las mujeres que es digno de hacerles una analogía.

Por ejemplo el punto es una mujer sobria, incluso sombría, de pocas palabras, cortante, increíblemente arrolladora, de las que le encanta mantener a todo el mundo en la raya, concisa, de carácter fuerte, verla denota autoridad. Una sola resulta atractiva, pero tres son un peligro…

La coma, la de la vida alegre, tan fácil de usar, de todos y de ninguna, es esa tipa que habla mucho y que tergiversa siempre la situación a su conveniencia, escucha lo que quiere escuchar, por lo general ve todo con doble sentido, se cree chistosa. Nunca le permite a su interlocutor descansar por más de un segundo.

El punto y coma es una mujer andrógina, que no tiene nada claro, sosa y sin identidad se pasea en una larga escala de grises tibia de carácter, despreocupada, no le atormenta el hecho de estar gorda pues todo lo acepta sin refutar, ella solo come y punto.

Las comillas, son esa vieja sarcástica, elocuente, se toma las cosas muy enserio y le gusta recordarlas. Multifacética, irónica e irreverente, nunca pasa desapercibida, le encanta dar crédito a los demás, suele usar frases como “Todo bien, esas no son penas”, claramente es el alma de la fiesta, con su ‘sex appeal’ innato.

Los paréntesis son la mujer callada, aparentemente muy discreta, escéptica de todo tipo de temas pero que resulta ser toda una mosquita muerta, se lava las manos para que no la culpen de lo que dice, es imprudente y tapada, a cada uno le tiene una historia y habla mal de todos cuando no los tiene cerca. (Eso sí, de frente asegura dar la vida por todos).

También está la tilde, esa chica sanguínea, bullosa y enfática, siempre cree tener la razón, le encanta corregir a todo el mundo, la tildan de arrogante, siempre cuenta la historia de otra manera, le fascina sobresalir siendo increíblemente ambigua, por lo general habla muy duro, tiene sus propias reglas y con su forma de ser hace que todo se vea de otra manera.

La ortografía y los signos de puntuación son tan eróticos como la mujer misma, ambos nos enloquecen y nos enfurecen porque siempre tienen la razón, pero aunque a veces sea complicado entenderlos y tratarlos, igual se hacen amar como cualquier mujer lo hace. Si no me creen observen a aquella mujer parca, impredecible, que siempre nos deja con ganas de más, imposible de cuestionar y necesaria para tener sentido, la que con sólo verla nos produce satisfacción y nostalgia, aquella que tiene siempre la última palabra y que indiscutiblemente es la que más aprecio, obviamente hablo del punto final.

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