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Tres razones y un bonus track

Por: Germán Molano
Twitter: @gdmolano

Estas son las tres razones por las cuales voy a votar por Gustavo Petro:

Primero, porque es el momento histórico. Esta candidatura no nació de un complot orquestado en la Habana o en Caracas, dicho sea de paso Colombia no va a descender a los infiernos comunistas. Quien pregone eso (y se lo crea), es un pobre pendejo que no ha leído o no ha querido entender la historia contemporánea. La apuesta para que un ex-guerrillero llegara a ser presidente se dio hace ya casi 30 años. La clase política tradicional de esos días acordó con el M-19 darle participación política a cambio de que dejaran las armas. Ese acuerdo se cumplió, esta la constitución del 91 y las carreras políticas de muchos ex-militantes del M-19 como prueba. Ese fue un proceso de paz exitoso y esta no es mas que una consecuencia lógica de eso. Esto iba a pasar tarde o temprano. Que algunos por fanatismo no lo acepten es otro asunto.
Si en el 2010 alguien nos hubiera dicho que Santos iba a desarmar a las FARC, con un acuerdo de paz, con verificación internacional y ademas iba a ganar un premio Nobel, probablemente lo hubiéramos tratado de loco. Pero la historia es así, la escriben seres humanos con virtudes y defectos. El papel de cada líder es entender su momento en la historia para poder determinar el bienestar (o decadencia) de sociedades enteras. Santos con todos los peros que uno pueda ponerle, lo entendió y cumplió una parte de la tarea. La democracia no es un maratón interminable de un caudillo, sino una carrera de relevos donde cada líder toma la posta del anterior e interpreta el momento histórico que le toca. Por eso pasaran años antes de que los colombianos entiendan el papel que cumplió Santos, porque gracias a la lógica de los acuerdos por un momento se logro que la violencia ya no fuera vehículo de expresión política, abriendo una ventana de oportunidad para la reflexión del país que somos y el que queremos ser. Por eso hoy, un hijo de un proceso de paz exitoso, que entendió que es ser gobernante mas allá de las consignas revolucionarias, es el adecuado para sentar las bases de un posconflicto exitoso.

Segundo, porque si ya entendimos que la violencia no es la manera, la desigualdad nos esta deteniendo para ser algo mas. Por años llevamos un aparente combate contra la pobreza con pobres resultados. No importa lo sofisticados y modernos que nos creamos, somos un país subdesarrollado.
Si evaluáramos la sociedad colombiana en conjunto el balance seria decepcionante:
El comisionista de bolsa mas informado que hace exitosos negocios en bolsas internacionales es tan sofisticado, como el trabajador informal que no sabe pasar una cuenta de cobro, no cotiza ni salud, ni pensión y vive acosado por el gota a gota.
La joven acomodada que acaba de hacerse la enésima cirugía estética tiene tanta salud como el niño que se acaba de morir por una enfermedad perfectamente tratable.
El consagrado académico que acaba de recibir su doctorado es tan ignorante como los millones de colombianos que a duras penas saben leer y escribir.
Llevamos mucho tiempo con consuelos de tontos porque una que otra cosa se destaca, cuando el derecho de las cosas, lo sabemos todos, es que deberíamos mejorar el promedio de toda la sociedad.
En la actual contienda electoral solo un candidato lo entendió e hizo explicito que eso es un problema serio, que limita nuestras posibilidades como sociedad productiva. Están irremediablemente perdidos los que crean que eso es promocionar odio de clases desde la torre de marfil de la «sensatez», cuando lo que se pretende es mejorar la calidad productiva de todos los colombianos.

Tercero, la forma de superar la desigualdad no es un tema de falta de ganas, ni de ideologías, sino de la honestidad del método.
No se puede afirmar que la intencionalidad manifiesta de algún candidato de la actual contienda electoral sea la de mantener a los colombianos pobres e ignorantes, pero es claro que llevamos mucho tiempo haciendo las mismas cosas, obteniendo los mismos pobres resultados. Ya es hora de que otros aires lleguen a los lugares donde se toman las decisiones económicas mas importantes del país. La tecnocracia que actualmente manda en Colombia necesita urgentemente contradicción. Y ejemplos de esto, los vemos todos los días: puentes que se caen, hidroeléctricas a punto de colapsarse, desastres ambientales en potencia, obras que salen costando varias veces lo planeado, negocios del estado planteados a perdida, inestabilidad financiera en asuntos tan importantes como las pensiones, la salud, etc.
Todo esto tiene una raíz y es que cualquiera que sea la actividad o negocio que emprenda el estado, si el beneficio colectivo no es claro por seguir cierto dogma ideológico o tecnocratico, el que esta mal es el dogma no el planteamiento de beneficio colectivo, ahí lo que queda es persistir buscando la manera de que el beneficio colectivo prime. Este no debería ser un razonamiento de carácter moral o ético sino de simple estabilidad y continuidad de la labor del estado.
Lo que vemos hoy en día es que el estado colombiano perdió totalmente esa noción y por ser un actor determinante de la economía, termina conviritiendose en el principal auspiciador de una economía feudal y clientelista, donde se arman componendas hasta para vender pañales. Así es muy complicado que nuestra economía tenga posibilidades de evolucionar en una economía moderna e incluyente.
Sin plantearlo explícitamente en su discurso de campaña, Petro para desarrollar su propuesta económica necesariamente tendrá que poner en remojo mucho paradigma de lo que se considera administración publica “consistente” y que en realidad no lo es, por sus evidentes resultados históricos.

El bonus track. Como bogotano de pura cepa, de segunda generación, que ha recorrido sus calles por casi 30 años, que sabe las paradojas y el potencial de la ciudad, se que si continuamos priorizando este experimento de movilidad urbana tan mezquino llamado TransMilenio, nos vamos a perder del tren de la modernidad.
Bogotá es una de las locomotoras económicas de Colombia y créanlo o no, se esta deteniendo paulatinamente. Cada vez desciende mas en competitividad. Y la razón es que seguimos persistiendo en cosas que ya conocemos su alcance y no reconocemos que es hora de replantearlas totalmente. Desafortunadamente al gobierno nacional por pura y simple mezquindad política, le ha faltado carácter y visión de largo plazo para plantear una ciudad viable. El tema del Metro mas que la construcción de un sistema nuevo (que es mejor que llegue tarde que nunca) es un hito mental y social que la ciudad debe superar. El hecho de aplazar esa tarea por tanto tiempo solo demuestra la mediocridad y mezquindad colectiva como bogotanos. Una presidencia de Petro le pondría freno a los proyectos mas conflictivos de la aparatosa alcaldía de Peñalosa y aseguraría que el proyecto del Metro sea tema fijo en la agenda de quien quiera ser el próximo alcalde.

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