Desde muy pequeña mis juegos eran de maestra, me encantaba acompañar a mi madre a la escuela para “ayudarle” con los niños, soñaba día a día poder aportar un granito de arena como maestra. Al ingresar a la universidad (orgullosamente egresada de la UD), todas estas expectativas de niña se fueron reafirmando desde una perspectiva crítica, amorosa, comprensiva, conciliadora y en especial con un fiel compromiso por la educación y la transformación social, buscando equidad, justicia, libertad y autonomía. Mi compromiso es por y para mis estudiantes, y eso es lo que me mantiene en esta profesión.
Para cumplir estos sueños se necesita de rebeldía, perspectiva crítica, constancia, investigación y en especial amor por lo que se hace. Por eso no puedo dejar de indignarme por las condiciones que tenemos para vivir en la universidad, sillas dañadas, baños que no funcionan, tableros que no borran, techos que se caen, la ausencia de condiciones para transportarse entre sedes, estudiantes que tienen que quedarse 12 horas sin un alimento nutritivo y caliente, la ausencia de garantías para los trabajadores, maestros que se llevan gran parte del presupuesto de la universidad con prácticas poco éticas, sentirnos en un ambiente hostil e inseguro (con denuncias constantes de VBG), que se realice una gran inversión en arrendamientos y no se mejoren las condiciones de los maestros, que se excusen en la autonomía universitaria para no cumplir y reglamentar el manejo de dineros, que no existan suficientes profesionales y horarios extendidos para atender las necesidades de la comunidad desde bienestar universitario, que no exista un plan de contingencia para mitigar la falta de agua en la ciudad al interior de las sedes.
Aún así sigo soñando con una universidad pública, que reciba y acoja a la población menos favorecida de nuestra ciudad, que se piense un proyecto pedagógico que propenda por el bien común, libre de intereses particulares y con acciones desde la honestidad, sin diferencias en tipos de vinculación, sueño con construir una comunidad solidaría, que respete y construya desde las diferencias, las particularidades y la investigación, donde primen los espacios democráticos con una perspectiva matríztica (como dice Humberto Maturana), desde la colaboración y amor por el otro.
Sueño con que no existan estructuras de poder entre estamentos, que toda la comunidad trabaje de la mano por el bienestar, la academia y el desarrollo integral de profesionales que van a transformar la sociedad desde una perspectiva justa, equitativa y acorde a las necesidades del contexto. Y por esto participé en la asamblea universitaria, entregando tiempo a la discusión, organización, reflexión y lectura para comprender una propuesta orgánica que proyecta una universidad diferente.
Si dejo de soñar y construir, dejo de ser la maestra que siempre quise desde niña, entonces no tendría sentido ser lo que soy. Por esto apoyo, cuestiono y escucho a mis estudiantes, invito al dialogo constructivo y la escucha activa, invito a respetarnos desde las diferentes concepciones del mundo que cada uno de nosotros tenemos, para así construir espacios de tolerancia y respeto, para que la violencia no gane la partida en la comunicación de nuestras necesidades y molestias.
Por esto y mucho más SOY MAESTRA.
Con cariño: Paola Andrea Vergara Amórtegui