Muchos estudiantes universitarios hoy sienten que nunca tienen tiempo, pero a la vez pasan horas frente al celular, especialmente en redes sociales. Puede empezar con solo “un ratito” viendo videos, pero de pronto se han ido dos horas sin que lo noten. Esta situación no solo afecta el tiempo disponible para estudiar o descansar, también tiene consecuencias en el estado de ánimo, la concentración y el bienestar general.
El uso excesivo de redes sociales está relacionado con más ansiedad, menos horas de sueño y una mayor dificultad para concentrarse. En un estudio reciente se encontró que los estudiantes que pasaban más de tres horas al día en redes tenían un 70% más de probabilidades de reportar síntomas de depresión. También se ha visto que este hábito interfiere con el sueño: muchas personas se acuestan tarde por estar navegando sin parar, y eso afecta su energía al día siguiente.
Laura, una estudiante de psicología, vivió esto en carne propia. Empezó a notar que no podía avanzar en sus lecturas sin revisar Instagram o TikTok cada pocos minutos. Al final del día se sentía agotada y frustrada por no haber hecho nada. Su sueño también empezó a cambiar, se iba a la cama con el celular en la mano y se quedaba despierta sin darse cuenta. Un día, cansada de sentirse así, decidió borrar las redes por una semana y usar una libreta para anotar tres tareas importantes por día. También le pidió a una amiga que la acompañara en ese “reto digital”. Con solo esa decisión, notó mejoras: completó sus pendientes, durmió mejor y recuperó algo que había perdido: la sensación de estar en control.

A veces creemos que el problema son las redes en sí, pero en realidad el problema es que no tenemos herramientas para ponerles límites. Por eso, algo tan simple como poner horarios específicos para entrar puede marcar la diferencia. No se trata de eliminarlas por completo, sino de decidir cuándo y por cuánto tiempo usarlas. Entrar, por ejemplo, después del almuerzo y otra vez por la noche, con una alarma que indique el fin del tiempo, puede ayudar a evitar los excesos.
Otra idea útil es usar aplicaciones que te ayuden a controlar el uso. Hay apps que te premian por dejar el celular quieto, que bloquea las redes por ciertas horas. Puedes probar una y usarla durante los momentos en que necesitas concentrarte, como cuando estás en clase o estudiando. Si no quieres hacerlo solo, puedes organizar algo tan simple como un “taller entre amigos”. No necesitas un experto. Solo basta con reunirse, compartir cuánto tiempo pasan en redes, cómo se sienten con eso y qué estrategias les funcionan. Incluso, pueden escribir metas para la semana, como “esta semana no uso redes después de las 9 p. m.”. Hablar del tema con otros también ayuda a normalizar el hecho de que muchos están pasando por lo mismo.
Por último, es clave tener otras formas de pasar el tiempo. Cuando las redes son el único descanso, es difícil soltarlas. Hacer ejercicio, caminar, cocinar, salir con alguien o simplemente no hacer nada son formas válidas de despejarse sin una pantalla. También es útil tener a mano una libreta o usar el celular para algo más que redes: escribir una lista de tres cosas que quieras lograr en el día. No tiene que ser una gran planificación; solo recordar tus prioridades y darte permiso de descansar después. Nadie está diciendo que las redes sean malas en sí mismas. Lo que sí sabemos es que, si no ponemos límites, ellas terminan manejando nuestro tiempo y nuestra atención. Como le pasó a Laura, un pequeño cambio puede ayudarte a sentirte menos agotado, más presente y con más control sobre tu día.
Por: Juan David Bocachica Pineda